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Es una expresión antigua que hace referencia a vinos con una pequeña cantidad de azúcar y que en la cata no resultan dulces al paladar.
Esta pequeña cantidad de azúcar suaviza mucho la acidez intensa que poseen, contrarestandola y haciendo que su degustación no resulte extremadamente ácida.
Es muy típico en los vinos blancos alemanes de la zona del Rhin, que por el frío no consiguen madurar correctamente y resultan muy difíciles de tomar si no se corrigen con azúcar.